Friday, April 13, 2018

CE ACATL

quet-sagaLa saga de Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcoatl
 ENRIQUE FLORESCANO 

      

      Figura 1. Ce Ácatl Topiltzin pintado como niño y adulto en el Códice Chimalpopoca. Abajo del glifo de lugar del cerro Xicococ se ve la figura de un niño en posición supina, con las palabras ceacatl arriba y topiltzin a su lado derecho. El nombre de su madre (Chimalma) aparece a la izquierda, y el de su padre (Mixcóatl) a la derecha, unidos por una suerte de cordón umbilical. El glifo de lugar de Tollan (juncos o tules) está dibujado a la derecha del Topiltzin adulto, quien aparece rodeado por sus cuatro templos.
       
Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl, el legendario rey y sacerdote de Tula, es el personaje más citado por las fuentes que narran la historia de este reino y su trágica destrucción en el siglo XIII. Ningún otro individuo del mundo prehispánico alcanzó esa fama, ni su memoria fue recogida por tantos cantares,
leyendas y monumentos, ni su recuerdo se propagó por tan diversas regiones de Mesoamérica. Pero también es verdad, como lo advirtió hace tiempo Henry Nicholson, que esos testimonios mezclan los rasgos del individuo llamado Topiltzin Quetzalcóatl con sacerdotes, dioses y reyes que llevan el mismo nombre, de tal manera que en lugar de arrojar luz sobre la vida del héroe obran en sentido contrario: confunden su persona con el vaivén de las identidades múltiples, la envuelven en la polisemia del mito y la oscurecen con los velos de la leyenda o los relatos equívocos. Quizá por esas circunstancias Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl ha sido objeto de las interpretaciones más disparatadas y es el personaje al que se ha dedicado tal número de libros, semblanzas y disquisiciones, que esos escritos forman ya, por sí mismos, una biblioteca. Así, ante el temor de perderme en el laberinto de las imágenes de Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl, opté por discernir primero los rasgos del personaje histórico descrito en las fuentes como el fundador y gobernante de Tula.
 
Nacimiento y juventud de Topiltzin Quetzalcóatl
Aun cuando la mayoría de los testimonios sobre Topiltzin Quetzalcóatl se
refieren a los momentos gloriosos de su gobierno y a la expulsión de Tula,
algunos dan cuenta de sus orígenes. Por ejemplo, la Historia de los mexicanos
por sus pinturas relata que su padre fue un guerrero chichimeca y su madre una
nativa del Altiplano Central. De ese encuentro nace Ce Ácatl, quien al llegar a
la mayoría de edad se entrega a la penitencia y los sacrificios, con el anhelo
de llegar a ser un guerrero prominente. Él se convierte en el primer gobernador
de Tula.
Las llamadas "Relaciones de Juan Cano" proporcionan una versión diferente. Luego
de narrar la creación del Quinto Sol en Teotihuacán, mencionan la presencia de
dos grupos, uno formado por los rústicos chichimecas y otro por los colhuas, a
quienes se atribuye la fundación de una antigua Tecolhuacan. Estos colhuas
designaron a Totepehu su primer gobernante. Luego de un largo reinado Totepehu
fue asesinado por su cuñado, pero antes de morir dejó un hijo que más tarde
sería famoso, "Topilce". Una de las primeras obras de Topiltzin fue construir un
templo para honrar la memoria de su padre. Sin embargo, al enterarse el cuñado
asesino de esas intenciones, decidió acabar con Topiltzin. Una escena describe
el encuentro de ambos en la parte superior del templo, y narra cómo éste
precipitó al malvado por las escalinatas y le dio muerte.
La Histoire du Mechique cuenta que los padres de Topiltzin Quetzalcóatl fueron
Camaxtli y Chimalman, quienes
tuvieron varios hijos, pero de todos ellos Camaxtli prefirió a Quetzalcóatl.
Esta inclinación del padre provocó el odio de los hermanos, quienes acordaron
matarlo. La Histoire relata más adelante sus estratagemas para deshacerse de él
y el ingenio de éste para sortearlas. Finalmente los hermanos fueron aniquilados
por Quetzalcóatl.
La Leyenda de los Soles repite el relato de la entrada de Mixcóatl en el Valle
de México, describe sus victorias y resalta el encuentro con la mujer nativa,
Chimalman, con quien procrea a Ce Ácatl. Ella muere en el parto. Muy joven Ce
Ácatl adquiere las destrezas del guerrero. La relación feliz entre el padre y el
hijo se interrumpe cuando Mixcóatl es asesinado por sus hermanos. Ce Ácatl
emprende entonces la búsqueda de los restos de su padre, los encuentra y edifica
un templo para honrarlos. Sin embargo, los asesinos del padre revierten ahora su
odio contra el hijo y urden artimañas para matarlo. Ce Ácatl elude estos
peligros y logra acabar con los tíos malignos.
Es probable que la Leyenda de los Soles, como la Historia de los mexicanos por
sus pinturas, se basara en un códice antiguo, pues reproduce un dibujo tosco
pero ilustrativo del origen de Ce Ácatl (Fig. 1). En la parte superior de este
esquema se ve un cerro con el nombre de Xicococ (cerca de Tula hay actualmente
un cerro llamado Jicuco), y abajo aparece esbozada la figura de un niño y sus
nombres, que dicen "ce acatl" y "topiltzin". Unas líneas en forma de cordón
umbilical unen a Topiltzin con sus progenitores. En la parte inferior se ve otra
figura sentada en un trono, coronada con un tocado de plumas, que tiene el
nombre de "topiltzin" y la edad de 52 años. A la derecha se advierte el glifo de
Tollan. Por último, rodeando a esta figura hay unos dibujos que aluden a las
famosas cuatro casas edificadas por Topiltzin: la Casa de Serpientes y la Casa
de Oro en el lado superior izquierdo; y las casas de Jade y de Turquesas en el
lado derecho.
Según estas fuentes, Topiltzin es un personaje de carne y hueso. El retrato del
padre es también el de un conquistador, aun cuando a veces se le describe con
rasgos semidivinos y realizando hazañas portentosas. Topiltzin aparece como un
mestizo producto del encuentro entre un guerrero chichimeca norteño y una mujer
que descendía del grupo naua que pobló Tollan-Teotihuacán. Además de su origen,
enraizado en grupos étnicos diferentes, las fuentes ponen de relieve dos rasgos
de su personalidad: su formación guerrera y la fidelidad a la memoria del padre.

      Figura 2. Mapa aproximado del imperio tolteca.
Entronización y gloria de Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl
La segunda parte de la saga de Topiltzin Quetzalcóatl celebra su entronización
en el reino de Tula y el brillo que irradiaba esa ciudad durante su gobierno.
Unas fuentes relatan este episodio con fechas precisas. Así, las "Relaciones de
Juan Cano" dicen que al morir su padre, Topiltzin se hizo cargo del mando en el
mítico Tecolhuacan, y luego de 16 años decidió viajar a Tulancingo (en el estado
de Hidalgo). Esta fuente realza el legado cultural materno, pues los fieles que
acompañan a Topiltzin son nada menos que los celebrados toltecas, los
descendientes de Tollan-Teotihuacán. Aquí Colhuacán aparece como la patria
prestigiosa de estos artesanos y tiene el fulgor de un país antiguo y
civilizado.
Los Anales de Cuauhtitlan narran este episodio con fechas precisas. Otros
testimonios hablan de una suerte de "Triple Alianza", integrada por Colhuacán,
Tula y Otumba, una población habitada por otomíes (Fig. 2). Unas fuentes dicen
que esta alianza se prolongó por muchos años, tiempo en que la parte norte de
Mesoamérica se convirtió en el núcleo restaurador de la autoridad política.
Quizá el Memorial breve de Chimalpaín sea la obra que proporciona más datos con
apariencia de veracidad sobre el reinado de Topiltzin Quetzalcóatl. Según este
relato, entre los años 993 y 1040 los toltecas constituyeron un Estado mediante
la alianza de tres capitales: Colhuacán, Tullán y Otumba. Quetzalcóatl gobernó
Tullán entre 1029 y 1040 y quizá en esos años unificó el reino, del cual Tullán
vino a ser la cabecera. En otras fuentes las descripciones de Tula cobran un
aire fantasioso, que no se corresponden con la imagen arqueológica de la Tula de
Hidalgo.
      Figura 3. Topiltzin Quetzalcóatl
      representado en el Códice Vaticano
      Latino 3738. Aquí se ve a Topiltzin
      Quetzalcóatl pintado de negro, como
      un sacerdote. Lleva en la cabeza el
      tocado de tigre, ocelocopilli, y una
      capa decorada con cruces rojas. Está
      parado en una pirámide, y esgrime
      su bastón curvo. Atrás de él se
      advierten unos símbolos relacionados
      con la sequía que precipitó la caída
      de Tollán y sus cuatro casas de
      penitencia.
La obra que propagó la imagen grandiosa de Tula fue la Historia general de las
cosas de Nueva España, compilada por Sahagún, que tiene el prestigio de haber
sido elaborada por los informantes indígenas más sabios del México central. Ahí
se lee que los toltecas se asentaron en "la ribera de un río junto al pueblo de
Xicotitlan, y el cual ahora tiene el nombre de Tulla". Más adelante informa que
ahí construyeron monumentos notables y describe edificios suntuosos, tapizados
de plumas de varios colores y brinda una imagen fabulosa del palacio de
Quetzalcóatl, así como el retrato del gobernante de la ciudad maravillosa. Dice
que los toltecas obedecían a "un solo señor que tenía [n] por dios, el cual le
llamaban Quetzalcoatl, cuyo sacerdote tenía el mismo nombre" (Fig. 3). Elogia
las innumerables cualidades de sus vasallos, quienes eran tan apreciados que su
nombre era sinónimo de artesano virtuoso, y refiere las cuantiosas riquezas del
reino de Quetzalcóatl. Estas descripciones parece corresponder a
Tollan-Teotihuacán. Como quiera que sea, la idea que difunden es que en Tula se
habían dado juntos el poder político y la riqueza agrícola, los bienes de la
civilización y la perfección religiosa. Tula era un reino feliz, un lugar donde
los pobladores ignoraban el hambre y disfrutaban de un gobierno fuerte, próspero
y civilizado. Y la figura prominente de este relato es la de Topiltzin
Quetzalcóatl.
En estos relatos la imagen guerrera del joven Topiltzin se ha trocado por la del
gobernante venturoso. En la Historia de Sahagún esta imagen cobra otro giro,
pues ese retrato se enlaza con la del sacerdote ejemplar, entregado al ejercicio
de los ritos religiosos. En contraste con la tradición maya de la época Clásica,
en la cual las funciones sacerdotales y rituales eran obsesivamente ejercidas
por el gobernante, en los relatos de Sahagún el énfasis está en las cualidades
sacerdotales de Topiltzin.
Sin embargo, repentinamente la imagen dichosa que propaga el relato de Sahagún
adquiere el tono de una pesadilla que se va inflando en desastres hasta acabar
en la desgracia de Topiltzin Quetzalcóatl y su funesto destierro del reino.
Desmoronamiento de Topiltzin Quetzalcóatl y destrucción de Tula
En la Historia general se plasmó una imagen trágica de Topiltzin Quetzalcóatl.
No es una imagen construida por el franciscano (quien refutó con energía la
creencia indígena de que Quetzalcóatl era dios, y más aún la fábula de que
habría de regresar a recuperar su trono), sino por los indígenas que descendían
de la antigua nobleza, que recogieron las antiguas tradiciones en una situación
de trastocamiento radical del presente, un presente transido por el sentimiento
de la derrota, el desamparo y la ansiedad de avizorar alguna esperanza para el
futuro. Además de Sahagún, las fuentes que narran la desgracia del héroe y la
destrucción de Tula envuelven estos acontecimientos bajo el aura de los relatos
fantásticos o alegóricos.
En contraste con los Anales de Cuauhtitlán, la Leyenda de los Soles o las
"Relaciones de Juan Cano", que ubican en situaciones verosímiles las empresas de
Topiltzin Quetzalcóatl, los capítulos de la Historia general sobre el
hundimiento de Quetzalcóatl y su huida de Tula describen escenas fantásticas en
las que los actores son dioses o demonios que se esfuerzan por destruir el
prestigio del sacerdote de los toltecas. Estas batallas se concentran en tres
episodios: el enfrentamiento de Quetzalcóatl con el demonio Titlacahuan
(Tezcatlipoca) y sus diferentes disfraces; el momento terrible en que
Quetzalcóatl es engañado por los demonios, quienes lo inducen a emborracharse y
olvidar sus deberes sacerdotales, pues ya ofuscado por el pulque se acuesta con
su hermana Quetzalpetlalt; y finalmente el abandono doloroso de Tula, acompañado
por la quema de los tesoros de Quetzalcóatl y el viaje final a Tlapallan en la
costa del Golfo de México. Los Anales de Cuauhtitlán cuentan que antes de
desaparecer en la costa oriental, Quetzalcóatl se transformó en Estrella de la
Mañana (Fig. 4).
      Figura 4. Incendio de Topiltzin
      Quetzalcóatl. En esta imagen se
      ve cómo el héroe, al quemarse,
      se transforma en la Estrella de
      la mañana, en el lugar llamado
      Tlapallan.
       
Estos episodios forman una unidad, que podría llamarse "Saga de Topiltzin
Quetzalcóatl", dedicada al ascenso del héroe a los cargos de sumo sacerdote y
gobernante de Tula, y a narrar las catastróficas escenas de su caída y fuga de
la ciudad. Son episodios que componen un drama dominado por la desgracia del
sacerdote pecador, pues la figura del gobernante casi se ha esfumado. En este
pasaje, Sahagún y otros cronistas vinculan la tragedia del sacerdote y rey de
Tula con la destrucción de esta ciudad. Sin embargo, pienso que se trata de
acontecimientos separados, que ocurren en tiempos distintos y tienen
características propias.
La caída de Topiltzin Quetzalcóatl es el primer acontecimiento y ocurre antes de
la destrucción de Tula. Apoyan esta interpretación los testimonios que afirman
que Topiltzin es el fundador y primer gobernante del reino de Tula. Unas fuentes
dicen que en Tula primero gobernó Topiltzin Quetzalcóatl y más tarde Huémac,
quien le sucedió en el cargo.
Por su parte, los acontecimientos que narran la destrucción y el despoblamiento
de Tula se ubicarían en lo que llamaremos el "Ciclo de Huémac". Henry Nicholson
sostiene esta interpretación, que parece más coherente con el conjunto de la
saga de Topiltzin Quetzalcóatl. Advierte que los siete últimos capítulos que
Sahagún consagra a la destrucción de Tula sólo mencionan una vez a Topiltzin
Quetzalcóatl, pues el actor principal de estos episodios es Huémac, el
gobernante de Tula en quien recayó la malevolencia de Titlacahuan y sus aliados.
Según Nicholson, la presencia de Topiltzin Quetzalcóatl en los últimos días del
reino de Tula, acompañado de Huémac, "podría haber sido el resultado de una
fusión de dos ciclos originalmente distintos", uno relativo a la salida de
Topiltzin Quetzalcóatl de Tula y el otro vinculado al derrumbe de los toltecas
gobernados por Huémac, uno de los últimos señores de Tula. Otro historiador hace
convivir a Huémac y a Topiltzin Quetzalcóatl en los días postreros del reino de
Tula, atribuyéndole al primero el cargo de gobernante y al segundo el de
sacerdote.
Quizá la forma utilizada para transmitir estos acontecimientos pueda explicar
algunos rasgos de su contenido. El primer estudioso del gran legado de la
literatura náuatl, el padre Ángel María Garibay, observó que los capítulos del
libro de Sahagún que narran el desplome de Topiltzin Quetzalcóatl parecen
repetir un modelo conservado en el Calmécac. La salida de Tula parece motivada
por una escisión del grupo dirigente, provocada por conflictos religiosos. Las
fuentes claramente identifican a los perdedores con los sabios y artesanos
toltecas, seguidores de Topiltzin Quetzalcóatl.
      Figura 5. Personajes armados con lanzadardos,
      instrumentos curvos y dardos; llevan pectoral en
      forma de mariposa, rodilleras y ajorcas. Van
      caminando y algunos hablan o cantan, como lo
      expresan las vírgulas que salen de su boca.
      Pilastra 2, del edificio B, de Tula.
       
En esta versión, que Sahagún recogió de los últimos indígenas educados en el
antiguo Calmécac, la saga de Topiltzin Quetzalcóatl parece constituir un canto
autónomo. Su contenido, concentrado en la narración de los episodios cruciales
que provocan la caída del héroe, establece un contraste notable con el relato de
la destrucción de Tula.
En el relato que llamo "Ciclo de Huémac", los episodios que integran la
narración están presentados en forma de presagios que anticiparon la caída de
Huémac y el despoblamiento de Tula; se inician con el episodio que narra la
incontinencia sexual de la hija de Huémac. Siguen luego otros episodios
funestos, entre ellos el asesinato de numerosos toltecas por Titlacahuan; la
aparición en el mercado de un gigante que siembra la muerte en la ciudad; el
baile frenético provocado por Titlacahuan, que concluye con la muerte de los
participantes; el incendio del monte Zacatepec seguido por el anuncio del fin
del apogeo tolteca; los años de sequía, plagas y hambre; la matazón de toltecas
por una vieja que los atraía con el olor del maíz tostado... La repetición de
estos presagios en distintas crónicas indica que los presagios eran un recurso
al que acudía la mentalidad indígena para dar cuenta de catástrofes que parecían
inexplicables, después de ocurridas.
Si comparamos los episodios que relatan la caída del sacerdote con los que
describen la destrucción de Tula, se advierte que el tema, los actores y el
desenlace de la narración son diferentes. En el "Ciclo de Topiltzin
Quetzalcóatl" el tema es la tragedia que convierte al venerado sacerdote de
Quetzalcóatl en un paria; su actor principal es el mismo Topiltzin y el
desenlace es el abandono de Tula. En cambio, en el "Ciclo de Huémac" el tema
central son los presagios que anuncian la destrucción de Tula, sus actores son
Huémac y Titlacahuan y el desenlace es el derrumbe de Tula y la diáspora de los
toltecas. Los relatos que dan cuenta de la vida de Topiltzin Quetzalcóatl están
narrados en clave de biografía, mito, alegoría, contienda fantástica entre
dioses y humanos, drama trágico y enigma, de tal modo que el historiador está
obligado a navegar esas corrientes entreveradas y encontrar, previo análisis de
sus significados y relaciones, el hilo de Ariadna que lo conduzca a la salida
del laberinto.
Del mito de Quetzalcóatl a la historia del reino de Tula y sus gobernantes
      Figura 6. Personajes con vestidura y símbolos
      guerreros retratados en los pilares de la Pirámide
      B de Tula. Cada uno de ellos tiene glifos cerca
      de sus cabezas que seguramente se refieren a sus
      nombres.
       
El lector de los textos que cuentan las vidas de los gobernantes de Mesoamérica
se ha habituado a encontrar en ellos una mezcla de asuntos profanos con
acontecimientos divinos. La biografía del gobernante suele caminar entrelazada
con las hazañas de los dioses. Pero en el caso de Topiltzin Quetzalcóatl esta
mixtura alcanza niveles insólitos, a tal punto que el mayor desafío para el
historiador es discernir las diferencias entre el individuo Topiltzin
Quetzalcóatl que ocupa el trono de Tula y el supremo sacerdote de esa capital,
llamado también Quetzalcóatl, quien cae en desgracia y es obligado a abandonar
su cargo y su ciudad.
Probablemente las confusiones entre el gobernante, el sacerdote, la deidad
Serpiente Emplumada y el emblema real del mismo nombre, se deben a
empalmamientos provocados por el paso del tiempo, que fue mezclando los rasgos
de un personaje con los atributos del emblema, el símbolo o el dios. Otras
confusiones provienen de la forma cómo se empezaron a conocer estos personajes y
símbolos, que fue a partir del contacto de los europeos con los pueblos
aborígenes, particularmente los mexicas. Los nombres y los significados que los
mexicas tenían para sus propios dioses fueron extendidos por los frailes y
cronistas a los dioses de otros pueblos y regiones. Más tarde los historiadores
y los arqueólogos se valieron de un procedimiento semejante, pues usaron esa
información para nombrar dioses, símbolos y emblemas de culturas anteriores en
muchos siglos a los mexicas. Estas confusiones se tornaron intrincadas por la
ausencia de un enfoque epistemológico que separara con nitidez al hombre de
carne y hueso de los símbolos religiosos, los emblemas políticos y los dioses,
cuya naturaleza es diferente.
Otro surtidor de confusiones es el manejo de las fuentes que se refieren a
Topiltzin Quetzalcóatl y a Tula. Quienes se dejaron seducir por la atractiva
personalidad del primero, acudieron a las crónicas de los siglos XVI-XVIII que
relataban sus avatares y sobre esa base construyeron el retrato de Quetzalcóatl.
En cambio, los atraídos por el brillo de la capital de los toltecas, que eran y
son principalmente arqueólogos, extrajeron sus datos de las canteras
arqueológicas. La persistencia de esta esquizofrenia académica condujo, como era
de esperarse, a conclusiones contradictorias, de modo que a la fecha carecemos
de estudios que integren los conocimientos fundados en los textos con los
arqueológicos. Este divorcio había impedido responder con fuerza preguntas
cruciales, entre ellas la más acuciante: ¿existió de verdad Ce Ácatl Topiltzin
Quetzalcóatl?
En su famosa tesis de 1957, Henry Nicholson comenzó a descorrer los velos que
ocultaban la figura real de Topiltzin Quetzalcóatl. Al final de una exhaustiva
revisión de las fuentes, encontró pruebas suficientes para afirmar la existencia
histórica de Topiltzin Quetzalcóatl en Tula. Estos testimonios afirman que él
fue el fundador de Tula, aun cuando hay escasas pruebas que certifiquen las
fechas de su gobierno. Asimismo, los documentos disponibles no ponen en duda su
presencia en esa capital, ni la irradiación de sus actos. Sin embargo, los
cantos que exaltan el esplendor y riqueza de su reino, o los que hablan de la
ciudad poblada de templos maravillosos, quizá se refieren, como sostengo
adelante, a la primera Tollan, a Teotihuacán... Y el retrato del sacerdote
devoto, con visos de redentor cristiano, es probablemente una invención de los
frailes catequistas que escribieron sus crónicas en los siglos XVI y XVII.
La arqueología, por su parte, ha aportado pruebas de peso sobre la presencia
histórica de Topiltzin Quetzalcóatl en Tula. Desde las primeras excavaciones de
Jorge R. Acosta al comenzar la década de 1940, hasta el presente, Tula ha sido
objeto de investigaciones sucesivas. Gracias a ellas hoy sabemos que el
desenvolvimiento de Tula ocurre entre 850 y 1150, con dos fases: la fundación
inicial, en el área llamada Tula Chico (650-850), y la del pleno florecimiento,
la Fase Tollan, entre 850 y 1150. Tollan Chico acabó en forma violenta, pues su
centro ceremonial fue incendiado hacia 850 y nunca más se repobló. El
descubrimiento arqueológico de estas dos fases en la historia de Tula viene a
fortalecer los relatos contenidos en la "Relación de Juan Cano..." y los Anales
de Cuauhtitlan, que dicen que Topiltzin Quetzalcóatl fundó su reino en
Tulancingo, el cual correspondería al Tollan Chico de los arqueólogos, a la
fundación inicial de Tollan por Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl.
      Figura 7. Las famosas cariátides de
      la Pirámide B de Tula que sostenían
      el techo de la gran sala que coronada
      el edificio. Son, como lo revela su
      indumentaria, retratos emblemáticos
      del guerrero tolteca. Fotografía
      proporcionada por el inah.
       
Más tarde se edificó la nueva ciudad, en el corazón de la zona arqueológica que
conocemos con el nombre de Tula, una urbe monumental, construida alrededor de
una gran plaza, rodeada por juegos de pelota, palacios, templos, coatempantli y
otros edificios cuya disposición repite, sorpresivamente, el diseño urbano de
Chichén Itzá, 1000 kilómetros al sur. Los estudios arqueológicos citados
muestran que esta nueva Tula fue habitada por gente que probablemente provenía
de Teotihuacán, y su trazo urbano, orientado 17° hacia el este del verdadero
norte, imita la disposición astronómica de la primera Tollan. El florecimiento
de Tula se ha fechado entre 900 y 1150, pues en esta última fecha es destruida,
incendiada y saqueada. El hallazgo de esta nueva Tula produjo dos grandes
sorpresas: sacó a la luz el enorme parecido del centro ceremonial de Tula con el
de Chichén Itzá, y mostró la existencia en ambas de una iconografía del poder
semejante, en la cual dominan los jefes guerreros y no hay una sola
representación del sacerdote Topiltzin Quetzalcóatl exaltado en las crónicas de
los siglos XVI y XVII.
El rasgo que distingue a los personajes grabados en los bajorrelieves,
esculturas, pinturas y monumentos de Tula es su representación como guerreros,
sea en forma individual o en procesiones y composiciones colectivas (Figs. 5-6).
Se trata de guerreros vestidos con la típica indumentaria teotihuacana. Las
cariátides de la Pirámide B o las figuras de guerreros grabados en los pilares
de los corredores, portan los conocidos cascos y penachos "toltecas", llevan en
sus manos dardos y lanzadardos, en la parte trasera tienen amarrado un espejo
redondo, y sus rasgos físicos e indumentaria son semejantes al prototipo del
guerrero originado en Teotihuacán y continuado con variantes en el postclásico
por Xochicalco, Cholula y Chichén Itzá (Fig. 7). Son representantes del grupo
gobernante y en sus sandalias llevan impresa la figura de la Serpiente
Emplumada, el emblema del poder del linaje tolteca (Fig. 8).
En Tula, como antes en Chichén Itzá, los capitanes de la guerra de mayor
jerarquía, que probablemente eran los mismos gobernantes, se identifican por el
emblema de la Serpiente Emplumada que se originó en Teotihuacán. En Tula, la
antigua insignia teotihuacana envuelve la figura de personajes que parecen ser
jefes o gobernantes, y son la imagen más parecida a los retratos de Topiltzin
Quetzalcóatl consignados en las crónicas relativas a Tula (Figs. 9, 10, 11 y
12).
      Figura 8. El emblema de la Serpiente
      Emplumada en la parte trasera de
      las sandalias de las cariátides de Tula.
       
La prueba más verosímil de la existencia de Topiltzin Quetzalcóatl en Tula es la
presencia de estos personajes, vestidos de guerreros y protegidos por el emblema
real de la Serpiente Emplumada. En las crónicas que recogen la historia de Tula,
Topiltzin Quetzalcóatl aparece como el primer gobernante de ese reino y como un
descendiente del linaje tolteca. Tula y Topiltzin Quetzalcóatl son los
fundadores de un nuevo Estado y sus emblemas. A su vez, los reinos posteriores
declararon ser herederos de Topiltzin Quetzalcóatl y continuadores de la
tradición tolteca que nació en Tollan-Teotihuacán.
Tula y Topiltzin Quetzacóatl, espejos de la primera Tula
El recorrido por las distintas vidas de Topiltzin Quetzalcóatl, valiéndonos de
fuentes tan diversas como los cantos, los mitos de creación del cosmos, el trazo
urbano de Tollan, o las imágenes grabadas en las piedras o pintadas en los muros
y en los tiestos, conduce a una certeza. Corrobora que el brillo que irradia Ce
Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl proviene de la hazaña que lo llevó a restablecer
los poderes del Estado en el área más septentrional de Mesoamérica. La fundación
de Tula es el sillar que sostiene la preeminencia de este personaje y el reino
que hizo posible transportar a esa región remota la cultura y las tradiciones de
Teotihuacán, la Tollan primordial.
      Figura 9. Imagen de un alto personaje
      de Tula, que parece reunir los rasgos
      de Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl.
       
El prestigio de Topiltzin Quetzalcóatl proviene de ser un continuador del linaje
tolteca y un revitalizador de esa tradición. Desciende de los colhuas, herederos
y conservadores de la tradición tolteca. Construye Tula a semejanza de la
primera Tollan y le impone su nombre. Él mismo asume el título del legendario
fundador de Tollan, hace radicar sus prestigios en sus hazañas guerreras, adopta
la indumentaria militar tolteca y despliega en sus representaciones la imagen de
la Serpiente Emplumada como emblema real.
Las imágenes de Topiltzin Quetzalcóatl que brindan las crónicas indígenas son
las del guerrero conquistador. Y la iconografía que se ha preservado de Tula es
una exaltación de la fuerza militar que construyó ese reino. De modo que si
éstas son las imágenes del poder dominantes en Tula, cabe preguntar si es
posible mantener la tesis de un sacerdote Topiltzin Quetzalcóatl alejado de las
armas y entregado a los cultos religiosos, como lo presentan las obras de
Sahagún, Durán y otros cronistas españoles. Si en la tradición mesoamericana no
hay ejemplo, en ninguna época, de un sacerdote contrario a los sacrificios
humanos, y menos aún de un gobernante opuesto a tales ritos, es plausible pensar
que la imagen cristiana de Topiltzin Quetzalcóatl que aparece en esas obras fue
una construcción de los propios religiosos. Esta es la tesis sostenida en 1974
por Jacques Lafaye y refrendada en 1980 por Werner Stenzel.
      Figura 10. Representación de la
      figura de un guerrero en un
      pendiente de concha procedente
      de Tula. La figura del guerrero
      tiene los rasgos de Ce Ácatl
      Topiltzin Quetzalcóatl: la barba,
      las armas y el emblema de la
      Serpiente Emplumada rodeando
      su cuerpo.
       
Es decir, para recuperar la autenticidad del personaje Topiltzin Quetzalcóatl,
es necesario despojarlo de las vestiduras occidentales que le impusieron los
cronistas del siglo xvi y que lo transformaron en un heraldo temprano del
mensaje cristiano. En unos casos, como en Motolinía y en Durán, su
transformación en apóstol cristiano fue inducida por las creencias religiosas de
estos frailes sobre el origen del mundo y el destino de la humanidad. Otras
veces esas concepciones fueron transmitidas por los frailes a sus alumnos
indígenas del Colegio de Tlaltelolco, y más tarde éstos las entretejieron con
sus propias ideas y circunstancias, hasta cambiar la imagen original de
Topiltzin Quetzalcóatl que recibieron de sus antepasados.
Esta interpretación de Tula y Topiltzin Quetzalcóatl nos permite despejar
también la confusión que por muchos años había empañado la relación entre estas
entidades y sus homólogos: Chichén Itzá y Kukulcán. En Chichén Itzá, como en
Tula, el personaje más visible es el enmarcado por el emblema de la Serpiente
Emplumada. En Chichén Itzá el capitán envuelto por este emblema es nombrado
Kukulcán o Gucumatz, mientras que en Tula los textos individualizan a la persona
y la llaman Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl, Uno Caña, Nuestro Señor, Serpiente
Emplumada. En el caso de Chichén Itzá se trata del nombre genérico que se le
daba al capitán o comandante de los ejércitos. En cambio, en el caso de Tula las
crónicas citan a Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl como el gobernante de esa
capital y los restos arqueológicos muestran la existencia de individuos
retratados con los rasgos y símbolos que distinguen a ese personaje. Así, contra
la idea de algunos autores, quienes se apresuraron a identificar a Kukulcán con
Topiltzin Quetzalcóatl, es evidente que estamos ante dos individuos distintos, y
no sólo por el nombre, sino por sus actividades. El Kukulcán de Yucatán es sobre
todas las cosas un guerrero, un capitán de ejércitos, mientras que el Topiltzin
de Tula es exaltado por su papel de fundador y gobernante de Tula.
Los capitanes de la guerra que en Chichén Itzá llevan el nombre de Kukulcán o
Gucumatz están vinculados con Teotihuacán o con los linajes que descendían de
esa metrópoli, y no tienen nada que ver con el Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl
de Tula, quien vivió en el México central en un tiempo posterior al apogeo de
Chichén Itzá. Según la cronología de ambas ciudades, los edificios principales
de Chichén Itzá fueron construidos entre 830 y 900, mientras que la parte
importante de Tula, llamada "Tula Grande", fue levantada entre 850 y el año
1150. Sahagún, quien visitó las ruinas de esta ciudad, proporciona un dato
interesante. Al referirse a Tula y sus pobladores, dice que estos últimos
"dexaron muchas antiguallas allí, y un cu que llamaban en indio huapalcalli, el
cual está hasta ahora, y por ser tajado en piedra y peña ha durado tanto tiempo.
Y de allí fueron a poblar a la ribera de un río, junto al pueblo de
Xicocotitlan, el cual ahora tiene nombre de Tulla; y de haber morado y vivido
allí juntos hay señales de las muchas obras que allí hicieron, entre las cuales
dexaron una obra que está allí y hoy día se ve, aunque no la acabaron, que
llaman coatlaquetzalli, que son unos pilares de la hechura de culebra que tiene
la cabeza en el suelo, por pie, y la cola y los cascabeles della tiene arriba"
(Fig. 13). Es decir, según el testimonio de Sahagún, el famoso edificio llamado
Pirámide B quedó inconcluso en la época del derrumbe y despoblamiento de Tula
(1150), lo que ensancha aún más la distancia entre el apogeo de Chichén Itzá y
el de Tula.
      Figura 11. Altar del llamado Palacio al Este del
      Vestíbulo, en Tula, Hidalgo, cuyo personaje central,
      profusamente ataviado y con escudo y armas en las
      manos, es rodeado por otros individuos que cantan
      o dicen discursos. Su cuerpo está enmarcado por el
      emblema de la Serpiente Emplumada. En la cornisa
      del altar ondula otra Serpiente Emplumada.
       
Las investigaciones realizadas en esta ciudad por Jorge Acosta, y más tarde por
otros arqueólogos mostraron la presencia de una ciudad semejante en su trazo a
Chichén Itzá. El núcleo ceremonial de Tula está marcado por su gran plaza
central, donde se levanta la Pirámide B, muy parecida al Templo de los Guerreros
de Chichén Itzá, rodeada por un largo corredor de columnas y por el Juego de
Pelota. Pero como observó Sahagún y lo ratificaron las investigaciones de los
arqueólogos del siglo XX, este edificio no se concluyó, pues las columnas de
serpientes emplumadas que habrían de enmarcar el pórtico nunca se terminaron.
Desafortunadamente, los edificios de esta plaza fueron quemados y saqueados
desde tiempos prehispánicos. Sahagún narra que en la época de los aztecas sus
gobernantes organizaban expediciones para llevar a Tenochtitlán esculturas,
banquetas y frisos que fueron incorporados a los templos y palacios de esa
ciudad, como objetos sagrados, pertenecientes a los antepasados toltecas. Por
otra parte, las indagaciones arqueológicas emprendidas desde la década de 1940
derrumbaron la idea de la Tula idílica que propagaron los textos de Sahagún y
las fuentes nauas del siglo xvi, traducidas por los frailes, quienes
transformaron a Quetzalcóatl en un apóstol cristiano. En contraste con esa
imagen, los estudios recientes subrayan que los personajes y símbolos que
predominan en Tula son las representaciones de la guerra y del poder. Se trata,
como dice Kristan-Graham, de las imágenes políticas tradicionales de Mesoamérica

      Figura 12. Estela 1, encontrada en
      una cala hecha en la Pirámide B de
      Tula, y que según algunos autores
      representa a un gobernante de esta
      ciudad.
       
Otro misterio que oscurecía la saga de Topiltzin Quetzalcóatl tiene que ver con
las causas que motivaron el abandono y la destrucción de Tula. La tesis que
atribuía la caída del reino a un conflicto religioso entre los seguidores de
Topiltzin Quetzalcóatl y los perversos partidarios de Tezcatlipoca se fundó,
básicamente, en la lectura de las crónicas de los frailes españoles que
identificaron a Topiltzin Quetzalcóatl con un apóstol cristiano. Sin embargo,
creo que esta interpretación ha sido superada por los datos que muestran que
Tula fue el teatro de un conflicto político entre el bando de los llamados
tolteca-chichimeca, el grupo más poderoso de esa ciudad, de ascendencia norteña,
habla naua y consumadas destrezas guerreras, y el grupo nonoalca, procedente de
la costa sur del Golfo de México (Xicalanco), integrado por una élite de
sacerdotes, pintores, cantores y artesanos. Según estas fuentes, los nonoalcas
también hablaban náuatl, de modo que tanto ellos como los tolteca-chichimeca
eran grupos culturalmente formados en la tradición de Tollan-Teotihuacán.
Una fuente clave, la Historia tolteca-chichimeca, informa que el conflicto entre
ambos grupos se intensificó cuando Huémac ascendió al poder en Tula. Huémac era
un jefe tolteca-chichimeca y apenas subió al trono impuso a los nonoalcas tantos
tributos y humillaciones que se rebelaron. Al parecer, otros líderes y jefes del
linaje tolteca-chichimeca se aliaron con los nonoalca y juntos atacaron a
Huémac, quien murió flechado en la cueva de Cincalco. Sin embargo, a pesar de
esta victoria, los nonoalca ya no quisieron radicar en Tula e iniciaron la
diáspora que los llevó a los territorios de los actuales estados de Puebla,
Tlaxcala y Oaxaca. Los tolteca-chichimeca permanecieron en Tula unos años más,
pero luego la abandonaron.
      Figura 13. Fragmento de una de las
      columnas de Serpientes Emplumadas
      no terminadas en la Pirámide B o
      Templo de la Serpiente Emplumada
      de Tula. 
       
La Historia tolteca-chichimeca describe este enfrentamiento y relata la
deserción de Tula. Pero en estas descripciones el sembrador de la cizaña es
Huémac, a quien se nombra señor de Tula. Es decir, en esta fuente no aparece
jamás Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl como jefe, actor o testigo de la
destrucción de Tula, lo cual corrobora que Huémac fue el último o uno de los
últimos gobernantes de Tula.
La memoria histórica mesoamericana, que es fundamentalmente una memoria del
poder dinástico, no olvidará al fundador de la Tula de Hidalgo. Los toltecas
expulsados de la Tula legendaria van a construir, en los siglos siguientes, una
sucesión de nuevas Tulas en el Altiplano Central, en la mixteca oaxaqueña, en el
valle de Puebla y en Coixtlahuaca. En todos estos lugares florecerá el prestigio
de los jefes apellidados Topiltzin Quetzalcóatl y el culto de Ehécatl, el dios
del viento, quizá el dios creador de la edad del Quinto Sol y el protector del
reino de Tollan.