Wednesday, January 20, 2021

MEXICO ME DEBE UNA

Es fácil volverse nostálg1. Mi amada nació en un pueblito michoacano donde todavía no hay luz. Los domingos se ponía sus zapatitos de charol y su blusa bordada y con sus padres y sus tres hermanos menores se iban a misa. El padre se fue pa'al norte y perdió la vida en un juego de cartas. La mamá, con ayuda de los tíos, a duras penas puso su miscelánea y con eso se mantuvieron mucho tiempo. La única que la crió en realidad fue su abuela, quien le enseñó los secretos de las hojas. Con ella aprendió cuales eran venenosas, cuales eran para el amor. La viejita no tenía otra cosa que darle. Apenas si pesaba una poco mas que su vestido con su delantal, la piel café como papel de china arrugado. La encontraron un día en la barranca donde había ido a buscar unos quelites para la cena.
Son los gajes del capitalismo que si no hay dinero no te compran. Poco a poco fueron vendiendo la tienda y sus tierritas hasta quedarse con eso que se llama campesinos sin tierra. No había mas remedio que irse a la capital a buscar trabajo. No fue fácil. Pero ella, ya crecidita, no se iba a quedar con las manos cruzadas. Había descubierto para que sirve una hembra, y el mantenimiento de los hermanos y la mamá, ya vieja, la obligó a hacerse pleno uso de sus facultades. Conoció a dos o tres personas en el municipio, alguna gente de televicentro, por hay le daban un trabajo a cambio de favores. Uno de sus palancas le consiguió un trabajo haciendo la limpieza en el sector salud. Trabajaba en el Centro Médico. Siquiera ahora tenía sueldo fijo y miras a una jubilación. Nos conocimos en el jueves de corpus, en casa de una amiga que teníamos en común. El departamento estaba lleno de gentes alborotadas por la matanza. Creo que tanta sangre nos unió, y formamos pareja. Yo seguí trabajando de maestro de secundaria en escuelas privadas, porque no tenía credencial de maestro de la SEP. Traté de formar un sindicato y me corrieron ese mismo día. No quedaba mas remedio que irme a Los Angeles, donde había pasado mi infancia, y buscar trabajo allá. No me fue tan mal. Con clases nocturnas saqué mi credencial y pude mandarle dinero hasta que le envié el boleto de avión para que nos reuniéramos. El problema es que no hablaba inglés y se sentía sola sin sus parientes. Extrañaba demasiado su mercado de Sonora. Sentía que le habían atado las manos. Volvió a la Agrícola Oriental. Un día, una vez más en la ciudad de México, entraron unos drogadictos y trataron de robarle. Ella, con 60 años encima, valientemente se negó a que la mangonearan y le hundieron la cara a golpes. Días después los vecinos avisaron a la policía, por el olor. A veces mis amigos me dicen, "Vamos a México", pero siempre les digo que no. Yo nunca volveré a ese pinche puto país de mierda, el que sigo queriendo entrañablemente.